Capítulo — La carta sobre la mesa
—Muy buenos días —saludó con voz clara, aunque la garganta le pesaba.
Algunos empleados levantaron la mirada. Otros agacharon la cabeza, murmurando entre sí. Samuel alcanzó a escuchar a dos limpiadoras en el rincón, apenas un susurro que le atravesó el pecho como una daga:
—Dicen que la señora Victoria lo quiere matar.
Sintió una punzada en el corazón, un dolor agudo que casi lo hizo detenerse. Las miró, como pidiéndoles explicaciones con los ojos, pero ellas bajaron la vista de inmediato. No iba a darles más motivos para hablar de Victoria. Enderezó los hombros y caminó hacia el ascensor.
Samuel ajustó la corbata frente al espejo del ascensor, aunque las manos le temblaban. El saco le quedó torcido, y al acomodarlo sintió que ni con mil gestos podría borrar el cansancio que le colgaba de los hombros. Aun así, cuando las puertas se abrieron , salió erguido.
El trayecto hasta el piso superior fue breve, pero se le hizo eterno. El aire parecí