Leonhard empezó a besarla y Annika se dejó llevar. Minutos después, su esposo la hizo recostarse sobre el sofá y subió encima de ella, dejando un rastro de besos en el cuello, quitándole la ropa para besar sus senos y así descender lentamente por el abdomen hasta llegar en su intimidad. Sus labios pasearon en los alrededores hasta posicionarse en su punto más sensible y llenarla de un placer desbordante.
Annika arqueó la espalda y soltó unos gemidos, cerrando los ojos para agudizar sus sentidos. Leonhard siempre buscaba que su esposa gozara del sexo, no era un egoísta que le interesara solo la de él. Es más, le importaba más la satisfacción de ella que la suya propia.
Leonhard movió su lengua con destreza mientras sus ojos cafés intensos observaban la forma en que ella disfrutaba. Annika colocó sus manos sobre la cabeza de su esposo, haciendo un alboroto de su pelo castaño, hasta que finalmente llegó al clímax.
Leonhard volvió a subir sobre ella y liberó su miembro erecto para hacer