C17: Cero.
Su último grito resonó con ira, convirtiéndose en una confesión involuntaria de su propia obsesión. Leonhard estaba fuera de sí. Las venas del cuello se le marcaban con intensidad, su rostro se había tornado totalmente rojizo y su respiración eran puros jadeos.
En su mente, cada palabra que pronunciaba parecía justificar su rabia y le daba sentido a su sufrimiento, a su enojo. Creía que estaba en lo correcto, que su sacrificio lo eximía de toda culpa, que su amor desmedido debía ser correspondido con obediencia ciega.
Annika, en cambio, permanecía quieta, mirándolo con miedo y una punzante sensación de tristeza. Lo veía, y era como observar a un hombre fracturado, desgarrado por la locura. Había en él algo trágico en esa necesidad de controlarla. Su mente trataba de buscar una grieta por donde escapar, una respuesta que pudiera calmarlo, pero no encontraba ninguna.
Y, aun así, algo dentro de ella se retorcía con culpa. Las palabras de Leonhard empezaban a calar en su conciencia. «Tal