Capítulo 65. La imagen del monstruo
La noche cayó como una manta pesada sobre Verónica, la decepción y la tristeza la invadía como cuando se divorció de Mauricio. Quizás aún más, pues ahora se sentía estúpida por haber caído cuando sabía que no podía confiar en él.
Después de cerrar la pastelería, Verónica continuó en ella, junto a Marian, las botellas de vino fueron pasando una tras otra. Milagros se quedó, porque cuando presentía que había un chisme jugoso allí estaba. Sin embargo, Verónica lo agradecía.
—Esta semana te portaste bien —le indicó a Milagros con un abrazo y brindando con una copa.
—Agradezco la oportunidad, no tenía experiencia y usted me dio trabajo igualmente, ahora conozco un oficio.
—Ahora eres una pastelera —decretó Verónica con orgullo.
— ¿De verdad lo cree?
—Lo creo y lo afirmo. Pude andar de aquí para allá metiendo la pata, porque estaba segura que la pastelería estaba en buenas manos.
—Y cuando vaya a Venezuela, puede dejarme que yo le cuidaré todo.
Verónica negó con la