La cortina se abrió de golpe y Daniel entró corriendo y escalando a la camilla lleno de emoción.

—Con cuidado, mi amor —le indicó Verónica sin atreverse a quitar la mirada de Daniel.

Pudo percibir que Andrés estaba en la entrada del cubículo, pero no se atrevía a girar la cabeza.

No sabía si la había visto.

—Ganamos papá.

—Eso escuché —dijo Mauricio y él sí tenía la mirada fija en Andrés.

Daniel ajeno al drama de los adultos relató muy contento:

—Engañé al portero, como me enseñaste papá, ¿lo viste papá? ¿Lo viste?

—Lo vi, hijo, eres genial.

Andrés entró finalmente y puso una mano en la cadera de Verónica, ella se apartó de la cama. Poniendo distancia de todos.

— ¿Estás bien Mauricio? —Preguntó Andrés con voz amable.

Obviamente se había separado a tiempo y Andrés no había reparado del beso.

—Sí, gracias —respondió Mauricio.

Verónica tomó a Daniel de la mano.

—Vamos hijo, dejemos descansar a tu papá.

La culpa la carcomía.

— ¿Papá, no po