Capítulo 22. Rabietas y silencios
La tarde de Verónica fue divertida al principio, Andrés no se impacientaba, de hecho incluso mantenía entretenido a Daniel mientras ella se medía vestidos y zapatos. Aunque le hubiera gustado contar con Marian, estaba conforme con su elección de vestido, era elegante y no tan endemoniadamente caro como el que antes le gustó o el que vio comprar a Catalina.
Todo iba bien, después de comprar lo necesario para la fiesta, e incluso para varias ocasiones, ya que Andrés insistió, fueron por ropas y regalos para Daniel.
Andrés también insistió en comprar presentes a sus padres. En verdad estaba siendo muy generoso… hasta que pasaron frente a una tienda de mascotas.
Daniel se detuvo en seco, pegando la cara contra el vidrio. Un cachorro Golden retriever los miraba moviendo la cola con entusiasmo.
— ¡Mamá! ¡Mira! —dijo Daniel con los ojos brillantes—. No lo han vendido. ¡Quiero ese perrito, por favor!
Verónica se tensó.
—Daniel, ya hablamos de esto. Tener un perro es una gran