Capítulo 12. Coto de caza

Verónica había llegado quince minutos antes de la hora pautada, con la intención de adelantarse a cualquier maniobra de Mauricio. En recepción pidió con voz firme:

—Tengo un encuentro con el señor Mauricio Leal.

La chica, confundida, revisó la hora y sonrió indicando seguirla.

Cuando Verónica cruzó la cortina de cuentas del reservado y vio la escena, se le cortó la respiración: Catalina inclinada sobre Mauricio, la sonrisa íntima, el gesto cargado de complicidad.

Sintió un hierro ardiendo en el pecho al intuir que Mauricio planeó una cita doble.

Mauricio se levantó de inmediato al verla.

—Verónica… esto no es lo que parece.

Catalina, disfrutando del espectáculo, sonrió con inocencia fingida.

—Oh, ¿no me presentas, Mauricio?

El abogado, acostumbrado a librar batallas en el juzgado, quería que la tierra lo tragara. Podía ver el juicio en los ojos de Verónica. Y a ese le temía más que al martillazo del juez.

La joven recepcionista se fue antes de ser objet
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