Capítulo 2
Al amanecer del día siguiente, el Alfa Nate me acompañó al Sanatorio Real para un control prenatal.

En todo el trayecto, permaneció a mi lado, preguntándole de vez en cuando a la sanadora por el estado del cachorro. La mujer, veterana en su oficio, sonrió y comentó:

—Alfa, es usted muy responsable. Pocos líderes de un gran clan, con la agenda tan llena, sacan tiempo para acompañar a su compañera a las revisiones. ¡Eres muy afortunada».

Él me apretó la mano; en su mirada brillaban ternura y determinación.

—Este cachorro es la bendición que llevábamos tanto pidiendo a la diosa Luna. Protegeré a madre e hijo con mi vida.

Al salir del consultorio nos topamos de frente con Rose.

Llevaba una capa dorada que ocultaba su figura y lucía el vientre exageradamente abultado; cuando me vio, un destello de orgullo imposible de disimular cruzó sus ojos.

Fijé la vista en su vientre sin alterar el gesto.

Con razón antes repetía: «Qué casualidad, quedamos embarazadas casi al mismo tiempo»… Resulta que ya lo sabía todo.

Se acercó a paso rápido y, con voz dulce, preguntó:

—Hermana, ¿te dijo la sanadora cuándo conoceremos al pequeño príncipe?

Mientras hablaba, alargó la mano hacia mi vientre.

Sin cambiar de expresión, alcé el brazo y la detuve en seco.

—¿Por qué me detienes? —La sonrisa de Rose se congeló; el tono se le volvió más áspero.

Iba a replicar, pero incliné la cabeza, presioné mi abdomen y musité entre sollozos:

—Me… duele un poco el vientre…

Rose se atragantó; la chispa de orgullo desapareció al instante.

El Alfa Nate me sostuvo al punto, con el rostro crispado de preocupación:

—¿Llevas mucho rato de pie? ¿Quieres sentarte un momento en aquel banco?

Su voz rebosaba desvelo, pero vi claramente cómo cruzaba una mirada con Rose y negaba apenas con la cabeza.

Bajé las pestañas y susurré:

—Quiero ir al baño.

Frunció el ceño y me tomó del brazo para guiarme, pero me apresuré a frenarlo:

—No me sigas.

Vaciló unos segundos y, al fin, asintió:

—Ve despacio, entonces.

Apenas cerré la puerta del baño, vi por la rendija de la ventana cómo se alejaba a paso ligero.

Sabía que iba tras Rose.

Lo seguí sin que me notara y, oculta entre unos arbustos, escuché con claridad cómo le hablaba en voz baja, tan dulce como si calmara a un pequeño lobo.

Rose fruncía el ceño, con un mohín caprichoso:

—¿Te enamoraste de ella? Hace un momento casi me golpea y tú no dijiste nada. ¿Mentiste cuando dijiste que me amabas?

Nate suspiró, como rindiéndose:

—Solo me preocupa su vientre… al fin y al cabo, lleva a nuestro hijo.

Sacó una cajita; dentro relucía una pulsera cubierta de diamantes.

Se la puso con cuidado y añadió en un murmullo tierno:

—Los aretes que pediste la última vez los busqué; llegaron hoy.

El gesto de Rose se ablandó; se frotó contra su brazo y, juguetona, dijo:

—Compré los derechos de explotación de aquella mina de gemas de la que hablaste; gané bastante. ¿Me avisas si aparece otra oportunidad?

A la distancia, el viento me alcanzó su charla y de pronto todo me pareció grotesco.

El Alfa Nate estaba usando todo lo que yo le había dado para halagar a otra loba.

Al volver a la mansión, saqué el celular y marqué a mi antiguo sanador privado:

—David, ¡cuánto tiempo! Quiero reservar para mañana un procedimiento de interrupción del embarazo.

—Claro. Al amanecer tendremos todo listo.

Entonces oí pasos familiares a mi espalda.

—¿Mañana? —La voz de Nate sonó cautelosa—. ¿Vas a salir?

Me giré, lo miré a los ojos y sonreí:

—Tengo clase de yoga prenatal. Quiero moverme un poco para que el bebé nazca sano.

Su expresión vaciló; en sus pupilas brilló la duda.

Alcé las cejas en tono ligero, casi burlón:

—¿No quieres acompañarme?

Abrió la boca, y apartó la mirada, diciendo:

—No es eso… temo que te canses, y mañana hay consejo de ancianos en el clan… ¿podría ser la semana que viene?

Solté una risita suave.

—No pasa nada. Tu trabajo es importante; yo puedo sola.

Se relajó, aparentemente, me revolvió el cabello con aire complacido:

—¿Cómo eres tan obediente? Una compañera tan atenta ya no se consigue. ¿Qué haría yo sin ti?

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