Acuarela nocturna II.

El vendaje envolvía el torso de Alan sin ajustarse demasiado a su piel, Stella lo había ajustado evitando tocar más de lo necesario.

El algodón con restos de sangre ya descansaba en el lavabo.

Ella no decía nada. Solo pasaba una mano sobre el vendaje nuevo como si cerrar heridas fuera un oficio que conociera desde niña.

Alan la observaba en silencio, esperando preguntas que nunca llegaron.

Ella no preguntó nada sobre cómo se había hecho esas heridas y eso le sorprendía demasiado, sus cálidas manos en su abdomen gritaban curiosidad, al igual que su mirada al verlo.

—Voy a salir. —Informó Stella, quitándose los guantes de goma que usaba para limpiar la herida de Alan—. ¿Quieres algo de la tienda?

Alan negó suavemente con la cabeza, pero luego lo pensó mejor y asintió.

—Tal vez algo dulce. —Susurró—. Pero si no hay nada, está bien.

—¿Chocolate? —Preguntó ella. Él sonrió y asintió.

—O lo que a ti te haga falta para soportarme una semana más. —Dijo bromista tratando de aligerar el ambien
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