Araya, la madre de Emilia, fue la primera en acercarse. La preocupación se reflejaba en cada arruga de su rostro.
—¿Te encuentras bien? —La tocó esperando encontrar algún golpe entre los brazos o costillas, examinando cada centímetro de piel para así tener evidencias de que Iker Lanús estaba maltratando a su hija.
—Mamá, estoy bien —dijo Emilia retirándole las manos que tocaban su cuerpo— ¿Qué haces aquí? —miró a los demás presentes con confusión, y deparó la mirada en Iker que se encontraba parado en la entrada— ¿Por qué hay oficiales? —preguntó mientras observaba los uniformados.
—Hemos venido por ti —dijo Furak, su padre.
Sus palabras cayeron como un pesado manto sobre los presentes. En ese momento, Emilia sintió que una guerra se avecinaba, una confrontación entre su familia y esposo.
—¿Por mí? —un grueso nudo rodó por su garganta, dificultándole el habla mientras intentaba procesar la situación—, ¿por qué?
—Porque más va a ser, porque ese hombre te tiene secuestrada —acotó Adem