Esa confesión, pronunciada con tanta seguridad y sentimiento, hizo que el pecho de Iker se inflara de orgullo y felicidad, mientras provocaba en los demás presentes un asombro escandaloso que se reflejaba en sus rostros desencajados.
—¿Lo amas? Apenas llevas un mes compartiendo tu vida con él, ¿cómo puedes hablar de un sentimiento como el amor? —le recriminó su padre.
—¿Acaso no amabas a Kaan? Era tu prometido desde hace años, lo conocías durante mucho, más tiempo que a ese hombre, compartiste infinidad de momentos con él, construyeron una historia juntos, ¿cómo pudiste olvidarlo tan pronto, como si nunca hubiera significado nada?
—Es muy fácil de explicar, padre: no amaba a Kaan, solo sentía una profunda gratitud por su compañía y los momentos compartidos, pero mi corazón nunca le perteneció realmente…
—Hija querida, seguramente estás diciendo todas estas cosas por temor a las consecuencias…
—Ningún temor me obliga a hablar, madre —dijo tajantemente—. Amo a Iker Lanús con todo mi ser