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Su legítimo dueño.

Iker ignoró lo dicho por su futuro cuñado y se adentró a la villa, dio órdenes a su mayordomo de que preparara un banquete para la noche. Recibiría a la familia de su futura esposa, y mañana se casaría con la mujer que le robó los sueños en los últimos diez años. Porque desde que tenía quince años empezó a soñarla, no había noche que no apareciera en sus sueños, con esa voz angelical, esa sonrisa de Diosa y ese cuerpo de diva.

Fueron tantas noches que la soñó haciéndola suya, y debido a esos sueños eróticos terminaba excitado, por ellos se vio obligado a usar su mano para satisfacer sus deseos carnales.

Ahora que la tenía, que sabía que era real, y no un íncubo como pensaba, no la dejaría ir.

Emilia era suya, por muchas razones le pertenecía. Sería su esposa, aunque no podía entregarle su corazón, a pesar, de que no podría amarla, no la dejaría libre.

Por otra parte, Adem ingresó a la mansión de los Cásper, la primera en cuestionarlo fue su madre, por consiguiente, los demás.

—¿Dónde está? ¿Por qué no vino contigo? —Adem rodó los ojos y se sirvió un trago, mientras lo hacía refutó.

—Como si fuera fácil quitarle lo que Lanús considera suyo —miró a sus padres y demás familiares—. Iker Lanús quiere casarse con Emilia —Araya Fizll, madre de Emilia llevó su mano a la boca—. Se la llevó para eso. Para convertirla en su esposa.

—¿Por qué? ¿Por qué Emilia? —Inquirió Furak Cásper.

—Ve tu a saber porque ese loco quiere a mi hermana.

—No podemos dejar que la convierta en su esposa. Furak, debes hacer algo para impedirlo.

¿Qué podía hacer?

Nada. Era imposible decirle no a un Lanús. Esa familia tomaba lo que quería y a la hora que quería, oponerse a sus caprichos no traería nada bueno.

—Los Lanús no aman, ellos solo ven a las mujeres como un objeto sexual el cual sirve para darle hijos. Las tratan como una sirvienta, una mujer sumisa que debe estar siempre inclinada a sus pies. ¡No quiero esa vida para mi hija! ¡No la quiero!

—¿¡Y crees que yo o los demás si la queremos!? —replicó rabioso.

—Nos espera está noche en su casa. Pedirá la mano de Emilia y mañana se casarán.

Furak pasó su mano por el rostro. Le frustraba toda esa situación. Emilia estaba comprometida con el hijo de su mejor amigo, había negocios de por medio que podrían llevarlo a la ruina. Solo un matrimonio entre los dos jóvenes, Kaan y Emilia, podría evitar que algún día las dos empresas se separaran.

—¿En qué piensas? —Inquirió Adem al ver a su padre pensativo— ¿Estás pensando lo mismo que yo?

—¿Y qué estás pensando? —lo giró su madre desde el brazo. Sus ojos buscaban la respuesta en la mirada de su hijo.

—No hay otra opción. Así nos opongamos él, no la dejara libre. Al menos debemos sacar provecho, ¿no lo creen? —la suave mano de Araya se estrelló en el rostro de su hijo.

—¿Piensas ceder a tu hermana a cambio de beneficios? —Adem fulminó a su madre con la mirada.

—¿¡Y no es lo mismo que están haciendo al comprometerla con Kaan!? ¿¡Qué de diferencia hay!?

—¡Mucha! —Elevó la voz y lo sacudió— La familia Mazkinit no es diabólica como la de los Lanús. Ahí las mujeres son tratadas como unas reinas y no como un objeto sin valor. Además, existe amor de por medio. Una amistad entre ambas familias de años…

—¿Amor? Yo no veía a Emilia emocionada en su boda. Ella solo aceptó su destino, más no estaba enamorada —se dio la vuelta y se alejó— Quieran o no, Iker Lanús la convertirá en su esposa, y nadie de esta familia podrá evitar eso —Adem desapareció de la sala.

—Tiene razón —dijo Furak—. Nadie de nosotros puede impedir que ese hombre lleve a cabo esa ceremonia. Ni siquiera los Mazkinit.

—¡Eres un cobarde! Ni siquiera peleas y ya te das por rendido.

—¿¡Cómo se puede pelear con alguien más poderoso que tú!? ¡Anda tú y veremos si puedes! —Bramó y se marchó. Antes de desaparecer dijo —A las siete saldremos.

Ya estaba decidido. No tenía ni que pensarlo, porque era en vano. Lo mejor era aceptar lo que estaba por suceder, y sacar provecho de la situación.

Si Iker Lanús quería a su hija, a cambio debía ayudarlo a crecer. Faltaban algunas horas para que se hiciera de noche, antes de que llegara la hora de la cena, tenía que armar un documento con todos los beneficios que esa boda le traería.

Agarró el intercomunicador, marcó el número de la habitación de su hijo.

—Baja, tenemos que analizar las ventajas y desventajas de esta unión —Adem cerró la llamada y bajó al despacho. Se encerraron hasta que concretaron el contrato que le harían firmar a Iker Lanús. Estaban por salir cuando fueron interrumpidos por la empleada.

—Señor, en la sala lo esperan los Mazkinit —Furak miró a su hijo, este hizo un leve movimiento de cabeza y pestañó.

—En un momento estamos ahí.

La empleada se marchó. Una vez organizado los papeles, Furak lo guardó en el cajón, cerró con llave y junto a su hijo se dirigieron al salón.

Kaan y su padre esperaban de pie.

—¿Pudiste rescatar a Emilia? —preguntó el joven.

—¿Crees que se podría? —Kaan suspiró.

—¿Entonces qué? ¿Dejaran a Emilia en manos de ese hombre hasta que se canse y la deseche?

—Iker Lanús no desechará a Emilia, él va a casarse con ella —explicó Adem.

—¿¡Qué!? —Odrin Mazkinit saltó— ¿Es cierto eso? —Furak asintió— ¿Y qué piensas hacer?

—Que más podríamos hacer —vocalizó Adem—… Apoyar esa boda.

—¡No puedes hacer eso Furak! ¡Emilia es la prometida de mi hijo! ¡Ellos tienen que casarse! ¡Está concertado desde que ella nació!

Adem se levantó de dónde estaba y se paró entre su padre y padrino.

—Estás en nuestra casa. No puedes venir hablarle a mi padre de esta forma —Odrin miró con enojo a su ahijado.

—Lo siento Odrin —apartó a su hijo para mirar a su amigo—. Pero a los Lanús no hay como decirles que no. Rehusarnos solo nos llevará a la ruina.

—¿¡Entonces piensas romper con nuestro trato para unirte a los Lanús!?

—Así es. Nos conviene más unirnos con los Lanús, que con los Mazkinit.

—¡Infeliz! —le soltó un puño que lo hizo retroceder. Kaan agarró a su padre para que no continuara con la pelea.

—¡Eres un maldito traidor! —de la boca de Furak chorreó sangre.

Adem, con la sangre hirviendo en sus venas y los músculos tensos como cuerdas de acero, hizo un ademán de lanzarse contra Odrin con toda la furia acumulada, pero Kaan se interpuso entre ambos.

Los dos jóvenes se retaron con la mirada, cada uno emanando un aura de poder que electrificaba el ambiente.

—Tienes que entender la posición de mi padre en todo esto. Teníamos un acuerdo comercial y matrimonial establecido desde hace años y lo están rompiendo, esto traerá consecuencias para la fusión de las empresas.

—Los únicos que enfrentarán problemas financieros catastróficos serán ustedes, porque nosotros nos uniremos al imperio de los Lanús —declaró Adem con una sonrisa sardónica, mientras Kaan apretaba los puños.

—Emilia es mi prometida desde que éramos niños, ella tiene que regresar a mi lado, es su destino y el mío estar juntos —proclamó Kaan.

—Búscate otra mujer que conquistar, porque si el todopoderoso Lanús la ha elegido como suya, es imposible que la deje escapar —respondió Adem.

Kaan despegó lentamente su mirada penetrante de Adem y la dirigió hacia Furak, quien permanecía impasible en su sillón de cuero.

—Padrino, me resulta inconcebible que prefieras entregar a tu única hija aquel hombre despiadado solo por escalar socialmente y aumentar tu poder empresarial —Las palabras de Kaan estaban cargadas de decepción y reproche.

—No tengo ninguna otra alternativa viable Kaan, y en el fondo sabes perfectamente que es así. Lamento que no se haya podido llevar a cabo la boda que habíamos planeado.

—¿Y qué va a suceder con nuestra alianza? ¿Tienes la intención de dejarnos completamente fuera de todo lo que hemos construido juntos? —Odrin apretó los puños con fuerza mientras su rostro se contorsionaba de indignación.

—¿Realmente esperas que los incluyamos en nuestros planes? —intervino Adem con un tono cargado de sarcasmo y desdén.

—Es lo más lógico y justo, ¿no te parece? —refutó Odrin elevando la voz— Durante años hemos trabajado juntos… Si Emilia no puede casarse con Kaan como estaba previsto, al menos deberían tener la decencia de incluirnos en esos planes que están tramando.

—No pienso sacar provecho comercial o financiero utilizando a la mujer que amo como moneda de cambio —masculló Kaan—. Recuperaré a Emilia, aunque tenga que arriesgar mi propia vida en el intento, ella no será una prisionera más en la jaula de un Lanús.

Se dio la vuelta y se marchó. Tras dirigirle una mirada fulminante cargada de reproches a su antiguo amigo y socio, Odrin salió tras su impulsivo hijo, temiendo lo peor.

—¡Kaan, detente! —lo agarró con fuerza del brazo justo antes que subiera a su coche deportivo— No puedo permitir que enfrentes a ese hombre peligroso.

—Padre, comprende que tengo la obligación moral de salvar a Emilia de ese destino cruel —Odrin le agarró de la parte trasera del cuello y lo acercó a él.

—Tienes que entender de una vez por todas que los Lanús no son una familia cualquiera que puedas desafiar impunemente. Te lo suplico hijo mío, no te metas en problemas con esa familia por esa muchacha.

—Lo siento padre, pero no puedo quedarme de brazos cruzados, observando como la mujer que amo con toda mi alma se convierte en una más de las sumisas esclavas de un Lanús —dicho eso entró al auto de un portazo.

—¡Kaan, por favor, recapacita! —gritó Odrin desesperadamente mientras veía alejarse el vehículo.

En cuanto a Kaan, condujo hasta la villa fortificada de Iker, intentó ingresar por la fuerza, pero los guardias armados de este se lo prohibieron.

Desde el ventanal de su estudio en el segundo piso, Iker observaba la escena con diversión y fastidio.

—¿Quién es ese intruso que osa presentarse en mis dominios? —preguntó con voz gélida mientras Yosef, su más leal servidor, respondía.

—Es el joven heredero de los Mazkinit, señor. El hombre con el que estaba comprometida la señorita Cásper antes de que usted la reclamara como suya —Iker enarcó una ceja con desdén, inhaló de su tabaco importado y al soltar el humo en volutas azuladas declaró.

—Desaparécelo. No tengo ninguna intención de lidiar con las patéticas reclamaciones de un ex pretendiente celópata. Ese corazón que late en el pecho de Emilia no puede ni debe amar a ningún otro ser en este mundo que no sea yo, su legítimo dueño.

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