Tan pronto como Luis aterrizó, encendió su móvil y vio varias llamadas perdidas, todas de su guardaespaldas.
Devolvió la llamada y preguntó:
—¿Qué sucede?
El guardaespaldas, titubeando, le explicó la situación.
Dentro del coche, con un espacio reducido, Luis frunció el ceño, y después de pensar un momento, dijo simplemente:
—Asegúrate de que ella no se pierda.
Con pocas palabras, demostró la importancia de Dulcinea.
El guardaespaldas asintió.
Luis colgó el teléfono y se frotó la frente, sintiendo el cansancio de un día de viaje y de haber estado físicamente activo.
El chofer, en el asiento delantero, preguntó en voz baja:
—Señor Fernández, ¿volvemos a la villa o vamos a casa de la señorita Cordero?
Sin pensar, Luis respondió:
—A la villa.
…
En la oficina ejecutiva en la planta superior del Grupo Fernández.
Luis descansaba semi-recostado en el sofá, acabando de finalizar una reunión importante de dos horas, exhausto tanto física como mentalmente.
Sylvia estaba detrás de él, masajeándole