Mario se molestó un poco por sus palabras y murmuró con desdén:
—Siempre estoy disponible.
Ana se puso el abrigo y salió del auto.
Apoyando la mano en la puerta, miró el perfil apuesto de Mario y dijo en tono burlón:
—¡Eso es una enfermedad! ¡Deberías tratarla a tiempo!
Terminado eso, llamó al chofer por teléfono.
Durante todo el proceso, no dejó de mirar a Mario, y él no arrancó el auto.
Solo estaba bromeando, pero respetaba su voluntad. Cuando el chofer se acercó, se apartó y le dijo a Ana desde afuera:
—¡Señora Lewis, feliz año nuevo!
Ana lo miró de reojo y se fue.
Pero cuando se dio la vuelta, una pequeña parte suave en su corazón se derrumbó en silencio…
Al entrar, Carmen le preguntó:
—¿Has enviado al chofer?
Ana recordó lo que acababa de suceder y se sintió un poco culpable, solo asintió con la cabeza en silencio.
Carmen también era una mujer experimentada y entendió de inmediato. Se rió y dijo:
—Las mujeres fuertes también tienen sus debilidades.
…
Mario regresó a casa, ya eran