Los ojos de Liani se desorbitaron; sus labios temblaron incontrolables. Las palabras quedaron atascadas en su garganta. Por instinto le soltó las manos y retrocedió dos pasos.
—Por favor, por favor —volvió a suplicar Leah entre lágrimas.
La sirvienta logró negar con la cabeza y se abrazó a sí misma. Llevarse a la compañera del alfa demonio era lo mismo que firmar su sentencia de muerte. Nadie con un poco de cordura se atrevería.
—De-debo irme —se volteó con la intención de salir rápido de ahí.
—Liani, por favor —rogó Leah, el corazón le latía fuerte—. Estoy embarazada… —dijo en voz queda, lo suficientemente audible para que la loba sierva la escuchara.
Se detuvo dos segundos, se agarró el pecho con una mano y, en un intento de reprimir su llanto, cerró los ojos con fuerza. Ladeó ligeramente el rostro.
—Perdón —dijo con voz rota y avanzó hacia la salida.
La loba vidente quedó tendida en el suelo. Lloró hasta que la frente le dolió. Estaba atrapada en ese horrible lugar. Y su mente come