Leah no podía parar de llorar. Se sentía culpable. Si tan solo pudiera invocar una visión y conocer cómo operaba la profecía, las circunstancias serían diferentes.
—Si su ánimo no mejora, el cachorro se pondrá mal. Debe hacer un esfuerzo —le dijo Amira, y dejó un plato de comida en la mesa de madera.
La vidente se limpió las lágrimas. Se dijo que, si quería hacer algo, debía alimentarse, y luego del nacimiento de su hijo vería la manera de entender la profecía.
…
Esa noche, Leah recibió una visita sorpresa. Michelle apareció en la entrada, con una sonrisa afilada que no llegaba a sus ojos.
—Vine a felicitarte por el cachorro —dijo, y su voz goteaba una dulzura falsa—. Veo que tus hechizos no eran tan inútiles como creía.
Leah se tensó, pero asintió con una serenidad que no sentía.
—Gracias por tu felicitación. Pero sigo sin entender a qué te refieres con eso de los “hechizos”.
Michelle dio un paso al interior. Recorrió el espacio con una mirada que lo evaluaba todo con