Un extraño aroma. Hierbas, flores, pasto. ¿Acaso era dulce o fétido?
Noah no apartó su vista del ser extraño.
—Da la cara, cobarde de mierda —lo retó.
Entonces el ser que se escondía entre los árboles dio la cara.
Noah quedó pasmado, sin creer lo que sus ojos veían.
El cabello castaño, los ojos cafés claros y la nariz. Los pómulos.
»¿Qué haces aquí, oráculo?
—Yo… escuché ruidos afuera —Leah ladeó la cabeza—. Tuve miedo. Aquí los problemas ocurren en un parpadeo.
—Sí, así es. Por eso no debes salir así como así de tu estancia. —El alfa la miraba con atención, era como si algo en esa vidente fuera extraño.
—El miedo me hizo salir a buscar al alfa —se humedeció los labios con la lengua—. A mi alfa.
Noah aspiró con disimulo el aroma de la loba.
—Ve a descansar.
—¿Le gusta mi olor, alfa Noah?
—Por supuesto que no —dijo sin emoción—. Ahora vuelve a tu estancia.
Leah avanzó hacia él. Sus pasos eran lentos.
—Me siento acalorada. ¿Por qué no mejor le ayuda al alfa a darse un baño? —Barrió con