025 Perdóname...
Ezra estaba de pie en el jardín del alfa, tenso, con el rostro endurecido por todo lo que no había dicho. Noahlím lo miraba como si no pudiera decidir si quería golpearlo o abrazarlo.
—Eres un cobarde, un idiota, un imbécil, un estúpido —le escupió ella, con los ojos brillantes de furia—. Te vas y dejas todo así. ¿Y qué hay de esa servidora? ¿La que tenías encima esa madrugada? ¿Te escapas con ella? ¿Vas a vivir de sanar a los forasteros?
Ezra apretó la mandíbula.
—No pasó nada con ella.
—¡Claro!
—¡No pasó! —insistió con los dientes apretados—. Nunca podría. Jamás habrá alguien que me haga sentir lo que tú me haces sentir. Aunque no somos compañeros. Aunque la marca no esté. Aunque el destino se ría en mi cara. Mi corazón es tuyo, y no habrá ninguna otra que lo tenga. Nunca.
El silencio entre ellos se volvió espeso. Las hojas de los arbustos se mecieron con un viento seco. Muy lejos, el cielo empezaba a pintarse de un rojo antinatural.
Ezra desvió la mirada.
—Pero sé que la he cagado.