Ezra terminó su turno mucho antes de lo habitual. No pronunció palabra al despedirse. Caminó con el ceño fruncido y las manos dentro de la túnica. En todo su cuerpo se notaba una ansiedad que no lograba ocultar. Los gestos eran torpes. La respiración, irregular. El modo en que miraba por encima del hombro cada tanto lo delataba.
Fue en busca de Seren.
Lo encontró cerca del claro, justo donde los guerreros hacían guardia entre rotaciones. Seren le habló, pero Ezra no respondió con claridad. Dijo algo vago. Se sentó a su lado. Las piernas le pesaban.
El silencio entre ellos quedó roto por el sonido de la fogata.
Seren lo miró a los ojos y comprendió que ese era el rostro de alguien destruido por dentro.
…
Dos días después, sin aviso previo, el alfa fue a inspeccionar todas las áreas. Era algo de rutina que se hacía cada tres o cuatro meses. Se entendía que, con todo eso de los monstruos, las inspecciones fueran más recurrentes.
El alfa recorrió el área de los sanadores y caminó ha