009 Huesos y piel.
—No te voy a dejar encerrada en la habitación. No te dejaré a solas con las demás lobas. Te voy a tener atada a mí. No volverás a hacer nada sola —sentenció el alfa Noah, su voz tan firme como una cadena gruesa alrededor de su cuello.
Leah apretó los labios con furia. El sol apenas había salido y ya tenía un castigo encima.
—¡Suéltame, alfa Noah!
Forcejeó con toda la fuerza que le quedaba, pero él no cedió ni un centímetro. Sus dedos eran grilletes vivos.
De repente, la mano del alfa pasó de sujetarle el antebrazo a tomar su rostro.
La miró con atención, tan cerca que Leah pudo sentir el calor de su respiración.
No sabía qué iba a hacer… ¿golpearla?, ¿noquearla?, ¿escupirle?
Su corazón se aceleró como si esperara el peor de los golpes.
—No puedo creer lo fea que eres —soltó con rostro serio.
La bofetada verbal la golpeó igual que un puño.
Leah no parpadeó.
—No me importa lo que piense —respondió con frialdad, aunque por dentro ardía. Freya se lo había repetido tantas veces que y