Michelle suspiró al quedar frente al alfa Noah.
—¿Qué es lo que pasó? —preguntó él con malhumor.
—Alfa, ella no me da confianza… —respondió la joven loba con voz suave, aterciopelada; nada que ver con la fiera que casi le arranca el cuello a Leah horas atrás.
—¿Crees que estamos para disturbios? Los traicioneros rompieron parte del escudo. Estamos expuestos. Hay muchos heridos y tú te pones a pelear con una loba débil.
Michelle agachó la vista.
—Ella no me cae bien.
—¿Interpones eso al bienestar de los demás? ¿Al bienestar de las hembras embarazadas? ¿Qué hay de los cachorros? —sus palabras eran más afiladas que cualquiera de sus colmillos.
—No, alfa —dijo ella.
—Dices una cosa, pero haces otra. No puedo confiar en alguien así. Retírate. —El alfa se cruzó de brazos.
—Alfa Noah, por favor no diga eso… —casi suplicó Michelle.
—¡Retírate! —No iba a tolerar réplica.
—Alfa Noah… —chilló la chica, y cayó a sus pies—. Por favor, no me diga esas cosas…
...
Leah atendía a un par de cachorros