002 ¡Te haré pagar!

Leah abrió los ojos una vez más. Su cuerpo aún estaba entumecido, pero no muerto.

Frente a ella, Noah, Alfa del clan del Este, la miraba con desprecio. Alto, firme, con una expresión que no titubeaba. Sus ojos no brillaban con curiosidad; brillaban con rencor.

—Vaya… al final su majestad decidió abrir esos horrendos ojos. —Enseguida se cruzó de brazos.

Leah arrugó la nariz, pero no respondió.

—¿Cómo se siente ser el juguete olvidado de Lucian? —esbozó una sonrisa ladina—. Debiste gustarle bastante… por lo menos al principio. O quizá solo le interesaban tus visiones. Debe ser eso, mira que flacucha y fea eres.

Él se agachó frente a ella.

—Yo no soy el juguete de nadie.

—Sí. Ahora me perteneces a mí. —La miró con asco—. ¿Aún ves el futuro, loba? ¿O tu única virtud se te fue quitada?

—No soy tuya —por más que se esforzó, su voz sonó débil.

—¿Ah, no? —rio con burla—. Estás en mi territorio. No te maté cuando tuve la oportunidad. Eso te convierte en mi propiedad… por lo menos mientras respires.

Se incorporó y chasqueó los dedos.

Dos lobos llegaron y la alzaron del suelo sin suavidad.

Leah no protestó.

No tenía fuerza.

La llevaron hasta una construcción de piedra semienterrada. En el interior, humedad, cadenas oxidadas, rejas frías.

Una jaula.

—Bienvenida a tu nuevo hogar, ramera —dijo Noah—. Aquí no hay luna que te escuche.

La puerta se cerró con un chirrido seco.

Y Leah se quedó sola.

Pasaron horas.

O quizás días.

El tiempo no existía ahí dentro.

Pero entonces lo notó.

Su pecho… no dolía.

El vínculo.

No lo sentía.

No estaba.

—¿Lucian…? —susurró en la oscuridad, sin saber si pedía una explicación o un castigo.

Nada.

Y por primera vez, un pensamiento la sacudió con fuerza:

¿Estoy libre de él?

Al día siguiente, Noah regresó. Esta vez no vino solo.

Dos lobos lo flanqueaban. Uno con mirada esquiva. Otro con ojos completamente blancos.

—Estás más callada que ayer —dijo con falsa amabilidad—. ¿Te diste cuenta ya?

Leah no respondió.

»El vínculo fue cortado —anunció Noah secamente—. Tenías un lazo con el bastardo que asesinó a mis hermanas. A mi manada.

Y ahora ya no. Gracias a él —señaló al lobo de ojos blancos—: Cassian.

Especialista en cortar vínculos. Uno de los pocos que puede hacerlo sin matarte en el proceso.

—¿Por qué…? —murmuró Leah.

—Porque necesito un arma. Y tú, loba fea, lo quieras o no… eres la llave para matar a Lucian.

Leah apretó los dientes.

—No. No seré el arma de nadie nunca más.

Noah rió.

—¿Te pregunté? ¿Tú crees que tienes elección?

Hizo una seña y Cassian se acercó. Tocó la reja con la yema de los dedos.

Rutt, él otro lobo se quedó inmóvil en su sitio.

—Esta loba piensa muchas cosas —dijo con voz hueca—. Pero ninguna es original.

—¿Qué viste? —preguntó Noah.

—Dolor. Vergüenza. Asco por sí misma. Perdió a su cachorro. Desea que Lucian muera, que pague por la vida de su hijo. Se odia por amar a alguien que la destrozó. Y… se odia por seguir deseando que alguien la quiera.

Leah se llevó las manos a los oídos.

—¡Basta!

—Ah, no, pequeña Leah —gruñó Noah, y acto seguido se agachó frente a ella—. Aquí no hay escondites. Eres débil. Nadie te quiere. Y sin tu don… no vales nada.

Leah lo miró con los ojos enrojecidos.

—Te equivocas —susurró.

Noah la tomó por la mandíbula entre los barrotes.

—Eres mía ahora. Y cuando Lucian se arrodille ante mí… te obligaré a mirar.

—No. Yo no seré el arma de nadie. No soy un objeto, yo soy…

—Eres una estúpida. Un ser insignificante. Ni siquiera el gran don que tienes es suficiente para cubrir lo horrible y débil que eres.

Cassian se acercó al Alfa.

—Jamás ha sido amada. Muchos golpes y sangre…

—¿Cómo alguien podría amarte, loba? Eres patética.

—¡Cállate! Los odio… a todos. ¡A todos! —dijo con los ojos llenos de lágrimas y el rostro enrojecido.

Noah soltó una sonrisa burlona.

—Odias a ese hijo de put* tanto como yo. Si es así, ten un poco de dignidad. Si no es por ti… hazlo por tu cachorro no nacido.

Luego de decir eso, se giró y salió de ahí en compañía de los demás lobos.

Leah se dejó caer al suelo. De nuevo, las humillaciones golpearon su mente.

“No sabes hacer nada bien. Inútil.”

“Cómo es que el Alfa se fijó en alguien tan común. Si no fuera por su don, de seguro ya la hubiera desterrado.”

“Eres tan tonta e insípida. Ni siquiera sirves para coger.”

Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Su hijo. Su pasado. Su futuro. Por todo lo que esos malditos le habían quitado.

—Todos van a pagar… van a pagar. ¡Te haré pagar, maldito Lucian!

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