Mundo ficciónIniciar sesiónLeah lo vio todo: Fuego, humo, gritos.
Niños ardiendo, mujeres devoradas, padres degollados.
Lucian como el líder de la masacre sus colmillos bañados en sangre. Su aura roja, escarlata.
Y Noah, apenas un joven, atrapado bajo cadáveres, gritando con los ojos llenos de rabia impotente.
—¡Detente! —gritó Noah en el presente—. ¡BASTA!
Pero la visión siguió, el olor de la carne quemada, el crujido de huesos y la sangre caliente.
Era demasiado real.
—¡SUFICIENTE!
Noah se abalanzó sobre Leah, la sujetó del cuello y la asfixió. Ella no peleó. Sus labios aún brillaban mientras murmuraba una última frase: —Todos van a pagar.Noah apretó más fuerte. Hasta que sus ojos se nublaron y la luz se apagó.
Leah cayó al suelo, inconsciente, pero viva.
Cassian se acercó con el rostro tenso, casi sin voz.
—¿Lo viste?Noah no respondió.
Sus manos temblaban, no de miedo... De memoria.…
...
El alfa aún respiraba con dificultad.
Había soltado el cuello de Leah hacía minutos, pero su mente seguía atrapada entre gritos, llamas y carne quemada. Leah, tendida en el suelo. Frágil, pero ya no era la loba débil que había traído medio muerta. Era una vidente real. Poderosa. Peligrosa. —Jamás había sentido una visión tan real —susurró Cassian, al borde del asombro. Noah no respondió. —No solo lo vio… me hizo sentirlo. Como si hubiera vivido esa noche otra vez —un escalofrío recorrió su espalda. El Alfa del Este se giró hacia la celda, donde los guardias revisaban el cuerpo inconsciente de Leah. —¿Y ahora qué? —preguntó Cassian—. ¿Cómo le sacarás provecho a ese don? Noah entrecerró los ojos, su expresión se tornó calculadora. —Fácil —dijo—. Vamos a planear un ataque contra los clanes aliados de Lucian. Ella revisará cada estrategia. Cada formación. Cada riesgo. —Como un oráculo de guerra —concluyó Cassian. Noah asintió con una sonrisa torcida. —Exacto. Horas después, Leah despertó. El dolor persistía, su mente alerta. Noah, frente a ella otra vez, parecía más tranquilo… y más cínico. —¿Te sientes orgullosa de lo que hiciste? —No. Me siento satisfecha —respondió Leah sin mirarlo—. Aunque debí mostrarte más. Todavía había horrores que no viste. —Te harás útil. Y eso te mantendrá viva —dijo Noah. —Entonces exijo que me saques de este agujero —Se incorporó con esfuerzo—. No voy a colaborar encerrada en esta celda apestosa. Quiero una habitación. Noah entrecerró los ojos. —¿Disculpa? —Después de haber metido las manos en tu mente podrida, al menos merezco un maldito colchón —espetó Leah—. O prefieres que me desmaye otra vez antes de tus consejos de guerra. —No estás en posición de exigir —la voz del alfa era gélida—. Aquí no mandas. —Pues trátame como lo que soy: la única razón por la que aún tienes una mínima posibilidad de derrotar a Lucian. —Por dentro le temblaba hasta el alma, pero se juró dejar atrás ese ridículo miedo. Su don valía y mucho. Noah apretó la mandíbula. Cassian se aclaró la garganta y se acercó. —Las armas valiosas deben estar bien cuidadas… y guardadas en lugares seguros —susurró. Leah lo miró sin decidir si sentirse agradecida o asqueada. Noah levantó la mano. —Llévenla a la habitación del ala norte. Que la vigilen. Que no toque nada. Y si intenta escapar… me encargaré personalmente de arrancarle los ojos. Leah no sonrió. Pero su pecho se llenó de algo que hacía mucho no sentía: control. Aunque fuera solo una grieta en el muro. —Gracias, Alfa —dijo con sarcasmo mientras se la llevaban. Noah la observó irse. Y en su mente… una sola idea martillaba: «Ese don es excepcional. Jamás la dejaré libre»






