C45: El rostro de la mujer que amo.
El rostro de Alaska se desfiguró en un instante.
—Vidal... ¿Qué estás diciendo?
—Lo que escuchaste —respondió él sin apartar la vista—. ¿De verdad crees que podría casarme con alguien como tú? Con alguien que es capaz de dejar morir a su propia hermana… a su propia sangre. Dime, Alaska, ¿qué pasaría conmigo el día en que me termines odiando? ¿Me matarás? ¿Acabarás conmigo? ¿Crearás otra cuenta falsa e intentarás destruirme la vida también?
—Yo jamás te haría daño, Vidal. Jamás. No sabes lo que dices...
—Presta atención, Alaska, porque no voy a repetírtelo. No me casaré contigo. Y además, olvídate del hijo de Ámbar. Yo voy a criar a ese niño con ella.
El rostro de Alaska se descompuso. Abrió los ojos de par en par y el color desapareció de su rostro.
—¿Qué? ¿Estás diciendo que vas a quitarme a mi hijo?
—No es tu hijo, Alaska. El bebé está en el vientre de Ámbar. Es ella quien lo sostiene, quien le da alimento, quien le habla y quien lo protege. Ámbar es su verdadera madre. Y cuando e