El salón donde se celebraba la fiesta era impresionante, lleno de detalles lujosos y un aire de ostentación que dejaba sin palabras. Alaska había estado en muchos eventos importantes junto a Vidal y Ámbar cuando ellos aún eran un matrimonio. En aquel entonces, Ámbar solía acompañar a Vidal como su esposa, mientras que Alaska iba más bien para hacerle compañía a su hermana durante las largas veladas sociales. Sin embargo, esta vez era distinto. Era la primera vez que Alaska veía un lugar tan deslumbrante que no podía evitar sentirse sorprendida.
Al llegar, Ámbar la recibió con una sonrisa cálida. Llevaba un vestido precioso, de un tono blanco con matices plateados, que resaltaba su elegancia sin ser excesivo ni vulgar. Todo en ella irradiaba buen gusto, su cabello caía en suaves ondas perfectamente peinadas y su maquillaje era sutil, destacando su belleza natural.
Alaska se quedó observándola, impresionada. Nunca la había visto tan radiante, tan distinta a la imagen que guardaba en su