Ámbar tenía la intención de marcharse, pero nuevamente Layla trató de impedírselo tomándola del brazo con brusquedad.
—¡¿A dónde vas, estúpida?! ¡Aún no he terminado contigo! —exclamó, pero Ámbar se zafó de su agarre con un estirón.
—¡Suéltame! ¡Te he dicho que no me vuelvas a tocar!
En ese momento, la figura de Margot apareció en la cocina.
—¿Pero qué es todo este griterío?
—¡Esta intrusa dijo que me echaría a la calle! —Layla apuntó a Ámbar con el dedo—. ¡¿Quién demonios se ha creído que es?!
Margot miró a Ámbar con una expresión acusadora.
—¿Eso es verdad? —reprochó—. ¿Para eso viniste a esta casa? ¿Para causar problemas?
—Le recomiendo que hable seriamente con su sobrina para que aprenda a respetarme —declaró Ámbar—. Se me abalanzó encima y lo que hice fue defenderme.
—¡Eso no es cierto! —negó Layla—. ¡Tía, está mintiendo!
—Yo no tengo por qué mentir —aseveró Ámbar—. Y será mejor que te mantengas alejada de mí, entonces evitaremos conflictos innecesarios.
Esas fueron sus últimas