C125: Hazme tuya.
A Ámbar le dolía que Raymond le hubiera dicho aquello. Le dolía profundamente. Porque él había afirmado con tanta convicción que no era ese tipo de hombre, que nunca haría algo semejante, que jamás provocaría en ella la humillación que Vidal le había hecho vivir.
Y Ámbar, casi contra toda lógica, le creyó. Se había aferrado a esa afirmación como quien se sostiene de un fragmento de madera en medio de un naufragio. Había querido confiar en él, quizá más de lo que se había permitido reconocer.
Pero lo que acababa de ver… aquello anulaba cualquier palabra. Había visto a Raymond besando a Layla con una pasión evidente, con una entrega física que no daba lugar a interpretaciones; y Ámbar sabía perfectamente qué seguía después de un beso como ese. Lo sabía con la claridad de quien ha conocido el amor, el deseo, y también la infidelidad. La escena que había presenciado era la antesala inequívoca de lo que sucedería a continuación.
Cerró los ojos con fuerza, como si ese gesto pudiera borrar l