C119: Ser una buena chica.
El médico entró finalmente en la habitación con una carpeta bajo el brazo y una expresión profesional. Tras revisar rápidamente los valores en el monitor y constatar que no había complicaciones, comenzó a dictar indicaciones con esa claridad metódica que tienen quienes repiten las mismas instrucciones cientos de veces al día.
Habló de la alimentación adecuada, de evitar los sobresaltos, de la necesidad imperiosa de descanso y estabilidad emocional. Repitió casi palabra por palabra lo que Vidal ya le había advertido, pero Alaska escuchó en silencio, asintiendo obedientemente.
Cuando el doctor anunció que podía darle el alta, Alaska se incorporó con lentitud y se vistió sin pronunciar una sola pregunta. La ropa de hospital quedó doblada sobre la cama, como un vestigio de una noche interminable que ella prefería olvidar. Vidal esperó de pie, con las manos en los bolsillos, observando cada movimiento suyo.
Salieron juntos por el pasillo frío del hospital, y al cruzar la puerta principal,