No es un cuento de hadas.
No sabía cómo sentirse, no realmente. Tampoco sabía en qué momento las cosas comenzaron a modificar o, mejor dicho, en qué momento el CEO Parisi lo hizo. Y no era como si ahora todo fuera más fácil, por el contrario, todo estaba volviéndose confuso y Lucía no quería eso.
El repentino cambió la tomó desprevenida, provocándole cierta tensión que no estaba segura de dónde venía. Algo, aparte del cambio en el comportamiento del CEO, se sentía diferente. Se había habituado a ser tratada de una manera fría, indiferente, sin mencionar todas esas ocasiones en las que el hombre la humilló y la hizo sentir poco cosa, rebajándola a sentirse como una mujer que no valía siquiera una mirada de simpatía. Sabiendo y siendo consciente de que no se merecía ese mal trato, Lucía lo soportó y todo por el maldito chantaje en el que se vio envuelta; todo por el bien de su hermana. Incluso se preparó mentalmente para ser menospreciada por haber llegado por su cuenta al restaurante, creyendo que el hombre le