El anillo perfecto.
Meses después.
Logan pinceló un mohín con los labios mientras miraba el vistoso escaparate repleto de brillantes joyas. Desde collares y gargantillas, pulseras y aretes, hasta anillos… Oh.
—No te convence ninguno. Lo sé por tu cara de póker. —Logan arqueó una ceja, en un gesto intrigante—. Y ahora es tu cara de, ¿qué carajo, hombre?
—¿Recuérdame por qué eres mi mejor amigo? —preguntó, cruzándose de brazos.
—Porque soy un tipo genial. —Logan entrecerró los ojos y negó con la cabeza—. Eso y que puedo asegurar que te conozco lo suficiente como para saber lo que estás pensando con solo mirarte. Eres bastante expresivo cuando quieres.
—¿Ves esto? —Logan apuntó su rostro—. Es mi cara de “le diré a Fiorella que pase de ti”.
—Entremos. Estoy seguro que encontrarás lo que estás buscando. —Logan contuvo una risita—. Vamos, hombre, adentro hay más anillos. El indicado aguarda por ti.
—Sí, eso pensé, mi querido Adrien —canturreó Logan.
Cómo había llegado a formar y tener una amistad tan íntima co