“Te traje algo”. Carmela extendió el sobre hacia adelante en el momento en que Leila abrió la puerta.
Leila cruzó las manos contra su pecho mientras mostraba ojos fríos y vengativos. Cada vez que veía a Carmela, todo lo que sentía era rabia. Solo quería arrancarle la garganta, pero sabía que tenía que contenerse por ahora.
Solo hasta que su madre estuviera fuera de peligro por esta falsa acusación, ella entonces iría tras Carmela con todo lo que tenía. Cada lágrima que había derramado por Carmela, ella la derramaría multiplicada por cien.
“Toma lo que sea que trajiste y lárgate de mi casa”.
“Es de Tatum, sus papeles del divorcio, ya los firmó”, respondió Carmela con cara seria, pero Leila podía oler su engaño a kilómetros de distancia.
“¿De verdad? Pues regresa y dile que si quiere divorciarse de mí, lo puede hacer él mismo”.
Puede que a ella no le importara pero Tatum no se había estado moviendo como alguien que quería divorciarse de ella. Estaba haciendo todo lo posible por ser