Ecos del pasado
La noche se cernía pesada sobre la ciudad, envuelta en un manto oscuro y silencioso que parecía absorber hasta el último suspiro de luz. El viento frío atravesaba las calles desiertas del barrio, arrancando susurros de las hojas secas y golpeando las ventanas con un murmullo inquietante. Mientras caminaba solo, el peso de lo que había descubierto días atrás me aplastaba el pecho. El nombre "Anabel" no era sólo una palabra; era un eco del pasado que resonaba en lo más profundo de la historia de Ana, un pasado que nos perseguía con sombras y secretos.
La escuela estaba cerrada, sus pasillos vacíos y cubiertos de oscuridad. Bajo la tenue luz amarillenta de las farolas, los charcos reflejaban un mundo distorsionado y frío, como si cada reflejo ocultara algo más allá de la realidad. Caminé sin rumbo, tratando de ordenar las piezas de ese rompecabezas oscuro que parecía envolver a Ana y a mí en una red que se estrechaba con cada día que pasaba.
En la soledad de mi habitación