Ecos del reflejo
La habitación de Ana estaba sumida en una penumbra apenas rota por la luz mortecina que se colaba entre las cortinas raídas. Afuera, la tormenta rugía con furia, como si el cielo entero intentara limpiar el peso que ella llevaba dentro. Pero Ana no podía escapar de sus propios tormentos, no cuando los ecos del espejo maldito resonaban con fuerza en su mente, cada trueno mezclándose con ese susurro imposible de olvidar: Anabel… ven a casa…
Se sentó en el borde de la cama, temblando, con la libreta vieja en las manos. Las páginas estaban llenas de garabatos, símbolos extraños y palabras escritas con prisa en diferentes idiomas, algunos que no reconocía, pero que sentía como si quemaran su piel al leerlos. Cada página se sentía como un latido, como si algo dentro de ella la guiara a través de aquellas letras antiguas.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Cerró los ojos, tratando de recordar. Pero todo era niebla. Fragmentos sin forma que aparecían en sueños, un espejo c