Fragmentos del pasado y sombras que acechan
La noche caía pesada sobre la ciudad, como un manto oscuro y opresivo que parecía absorber hasta el último suspiro de aire. Caminaba con paso decidido, la mochila colgada al hombro, sintiendo cada latido resonar en el pecho, como un tambor anunciando que el tiempo se acababa.
Los materiales para el sello no iban a esperar. Sabía que la barrera entre nuestro mundo y aquel abismo frágil se debilitaba a cada minuto, y que, si no lográbamos reforzarla pronto, las sombras se cobrarían su precio.
En el fondo de mí, un peso antiguo me aplastaba el alma: el miedo. Miedo a fallar, miedo a perderlos. Pero también sabía que esa oscuridad que me había perseguido desde niño tenía un nombre, y que no era solo una maldición, sino una responsabilidad.
Mientras caminaba hacia la vieja librería del centro, no pude evitar que mi mente viajara al pasado, a la última vez que sentí esa misma presión. Recuerdo el frío de la casa abandonada, el olor a humedad y el