El llamado del reflejo
La noche había caído de nuevo, más profunda, más fría. Las sombras parecían arrastrarse por las paredes con vida propia, y el pulso azul del espejo vibraba bajo la tenue luz de las velas negras que Cassandra había dispuesto en un círculo irregular en torno a él.
El aire estaba espeso, cargado de un olor a cera quemada, sangre seca y un toque de ozono que hacía cosquillas en la nariz. Cada vela titilaba, proyectando formas que danzaban sobre el suelo agrietado, mientras el reflejo del espejo se agitaba como agua bajo un vendaval.
Sentí el peso del cuaderno en mis manos. Ahora, esas palabras que antes me parecían tan extrañas me resultaban casi familiares, como si siempre hubieran estado escondidas en alguna parte de mi mente, esperando salir. Los sellos, los símbolos, las frases prohibidas… cada trazo de tinta manchada se grababa en mis retinas, latiendo en sincronía con mi pulso.
León estaba a mi lado, su respiración pesada, sus ojos vigilantes recorriendo c