SOFÍA
La habitación está bañada en una luz tenue. Las cortinas están cerradas, pero algunos destellos de la ciudad se filtran por las rendijas. Estoy sentada al borde de la cama, con las manos juntas, escuchando el sonido del agua en el baño. Cada salpicadura resuena como una puntuación en mis pensamientos.
Hace un momento, abajo, compartimos una comida casi normal. Casi. Sentí la calidez de un momento simple, como si fuéramos dos almas capaces de reaprender a amarse. Pero ahora, la ilusión se me escapa entre los dedos. La cotidianidad regresa, con sus sombras y sus cadenas invisibles.
La puerta del baño se abre. El vapor escapa como un suspiro tibio. Elio aparece, con una toalla enrollada alrededor de la cintura, su cabello aún húmedo, algunas gotas corriendo por su torso. Debería estar hipnotizada por este espectáculo, como antes, pero algo más fuerte me quema los labios.
— Elio…
Él se detiene, me mira. Sus ojos oscuros capturan los míos. Inspiro profundamente, como para encontrar e