Sofía
Después de colgar, me quedé ahí. Inmóvil.
El teléfono contra mi pecho. El corazón que late demasiado fuerte, demasiado rápido, como si intentara llenar un vacío que ya no puedo ignorar. Como si intentara desesperadamente encontrar un punto de anclaje en esta casa que no es la mía. Que nunca lo ha sido.
El silencio aquí es aterciopelado, casi majestuoso. Todo es demasiado liso, demasiado bien aceitado, como si cada objeto hubiera sido colocado con la precisión de un arquitecto maniaco. Una simetría fría. Una perfección sin calor.
Él no está aquí. Y lo siento.
Su ausencia no es solo una falta, es un alivio culpable. Un espacio en el aire que finalmente puedo habitar sin temer molestarle. Sin tener que anticipar sus humores o sus silencios.
Me levanto lentamente del sillón de cuero. Incluso mis gestos me parecen ajenos aquí. Cada mueble probablemente cuesta más que mi antiguo apartamento entero. Todo respira poder. Control. La autoridad de un hombre que nunca ha dejado el más mínim