La mañana siguiente comenzó con un aire distinto. Serena despertó temprano, revisó mentalmente la ruta que debía seguir y reunió a todos en la mesa. Dante, Iván y Mikko comían en silencio, atentos a lo que iba a decir.
—Hoy voy a buscar a algunos de los hombres más leales que tuvo mi padre —anunció—. Cuando mi tío tomó el trono, muchos se fueron. No querían seguir a un traidor.
Dante entrelazó los dedos sobre la mesa, observándola con cuidado.
—¿Y crees que después de tanto tiempo van a seguir siéndote fieles?
Serena asintió con seguridad.
—No me olvidaron. Y yo no los olvidé a ellos. La lealtad verdadera no se disuelve con los años.
Mientras ella hablaba, Iván y Mikko intercambiaron una mirada. Sabían que esa misión era más peligrosa de lo que sonaba. Si esos hombres habían desaparecido del radar, había una razón, y no siempre era por seguridad.
Salieron del búnker en silencio, tomando un vehículo que Serena había preparado la noche anterior. Condujeron durante horas por carre