Camila miró a su madre con tristeza.
—Madre, vine a despedirme de usted… —dijo Camila con la voz entrecortada.
Su madre la miró con el corazón apretado.
—¿Despedirte? ¿A dónde piensas ir, hija?
—Tengo pensado viajar —respondió Camila, tratando de sonar firme—. Si me quedo aquí, es posible que Alejandro aparezca en cualquier momento.
—¿Y si lo hace?
Camila suspiró, desviando la mirada.
—Si llega a venir, dile que me fui… y que no sabes dónde estoy. Dile que no me busque, que haga como si yo nunca hubiera existido para él.
Su madre negó con la cabeza, con los ojos llenos de preocupación.
—Hija, ¿estás segura de esto?
Camila le tomó las manos y le dedicó una sonrisa triste.
—Sí, mamá… Es lo mejor.
La mujer la abrazó con fuerza, sintiendo que su niña se le escapaba de las manos.
—Nos veremos pronto, madre. Te enviaré a buscar cuando me sienta segura en algún lugar de este mundo.
Su madre la abrazó con fuerza, como si no quisiera soltarla.
—Está bien, hija… Pero por favor, cuídate mucho. Y