Al terminar de almorzar, Alejandro subió a su habitación, mientras que Camila decidió ir al jardín con un libro para leer. Andrés, por su parte, se despidió de su hija y de sus padres.
Al salir de la mansión, vio a Camila sentada en una banca bajo la sombra de un árbol. Quiso acercarse, pero se contuvo. Prefirió esperar.
Mientras tanto, Alejandro, al notar que Camila no había subido a la habitación, bajó nuevamente. Con el ceño fruncido, buscó a su madre.
—Mamá, ¿dónde está Camila?
Isabela levantó la mirada de su taza de té y respondió con calma:
—Creo que está en el jardín.
Alejandro no dijo nada más y caminó con paso firme hacia la terraza. Apenas cruzó la puerta, su mirada encontró a Camila, quien leía tranquilamente. Sin embargo, lo que le molestó fue ver a Andrés no muy lejos de ella, mirándola con un interés que Alejandro no pasó por alto.
Apretó la mandíbula y avanzó hasta donde estaba Camila. Se inclinó ligeramente y cerró su libro con suavidad.
—¿No es incómodo leer aquí afue