Todo parecía volver lentamente a su lugar. Alejandro sostenía con ternura a su hijo en brazos, acunándolo con una mezcla de amor, alivio y orgullo. Camila caminaba a su lado, abrazada a su cintura. A cada paso, el dolor se disipaba un poco más.
Carlos se acercó con una sonrisa serena.
—Vamos, los llevaré al auto —dijo, ofreciendo apoyo.
—Gracias, papá —murmuró Alejandro, sin soltar al pequeño—. No sabes cuánto significa esto para mí.
Carlos apuntó con emoción, observando a su nieto con ternura mientras caminaban hacia el estacionamiento junto al muelle.
Adrien se adelantó unos pasos. Su mirada estaba fija en Camila. Se detuvo frente a ella con una expresión que mezclaba preocupación y alivio.
—¿Estás bien? —preguntó suavemente.
Camila parpadeó, como si apenas lo viera después de todo. Pero al reconocer su voz, se acercó y lo abrazó con fuerza. Sus brazos lo rodearon con la gratitud de quien ha sido salvado de la oscuridad.
—Gracias, Adrien… gracias por salvarnos —susurró con la voz en