Uno de los hombres de Adrien disparó una bala de advertencia. El proyecto impactó a unos centímetros del pie de Margaret, quien gritó al instante y, por reflejo, soltó a Camila. Esta retrocedió tambaleando, el rostro pálido, el corazón acelerado.
—¡Corre! —gritó Ricardo con desesperación.
Camila dio un paso hacia Alejandro, pero en un giro arrepentido, Margaret rugió de rabia, levantando el arma nuevamente, apuntando directo al pecho de Camila.
—¡¡NOOO!! —gritó Alejandro, intentando levantarse con las manos atadas.
Pero Adrien fue más rápido.
—¡Baja el arma, mar maldita! —gritó al tiempo que disparaba.
El estruendo de la bala cortó el aire como un latigazo. Margaret soltó un gemido sordo y cayó de espaldas sobre la cubierta. El arma resbaló de su mano y quedó inmóvil, su cuerpo desmadejado sobre las tablas del yate.
—¡Margarita! —gritó uno de sus hombres.
Adrien se acercó con pasos firmes, la mirada helada. Su respiración era agitada; el arma aún temblaba en su mano.
—¡Quitenle el arm