El sol de la tarde entraba en la habitación a través de las persianas entreabiertas, pintando rayas doradas sobre las sábanas blancas. El ambiente era cálido y tranquilo, lleno de una calma que parecía abrazarlo todo. Camila dormía profundamente; su respiración era lenta y pausada, como si su alma hubiera encontrado por fin un pequeño refugio de paz.
La botella de medicamentos reposaba sobre la mesita de noche, junto a un vaso de agua medio vacío. Después de tomarlos, el sueño la había vencido, llevándola a un descanso profundo que su cuerpo necesitaba desesperadamente.
Pasado un rato, Camila despertó. Sus párpados parpadearon perezosamente antes de abrirse del todo. Soltó un leve suspiro y estiró los brazos sobre la cama, desperezándose con movimientos suaves. Al mirar alrededor, se dio cuenta de que estaba sola en la habitación.
Frunciendo el ceño con ligera confusión, apartó las sábanas y se incorporó. El suelo frío acarició sus pies desnudos mientras caminaba hasta el baño contigu