Adrien llevó a Camila de la mano, guiándola con cuidado por el sendero iluminado tenuemente por pequeñas luces que bordeaban el camino. La noche era fresca, el aroma de las flores silvestres impregnaba el aire, y una luna inmensa colgaba en el cielo despejado, como si quisiera ser testigo de todo lo que estaba a punto de suceder.
Camila caminaba despacio, sintiendo el calor de la mano de Adrien envolviendo la suya, segura y firme. Pronto llegaron a un rincón apartado del restaurante al aire libre: un pequeño claro rodeado de arbustos florecidos y árboles adornados con guirnaldas de luces doradas. Sobre el césped, una manta de lino blanco estaba extendida, decorada con cestas de frutas frescas, copas de cristal fino y una botella de champaña enfriándose en un cubo de hielo.
Adrien sonrió mientras soltaba suavemente la mano de Camila para ayudarla a sentarse en la manta. Ella, con una sonrisa de asombro, se acomodó mientras seguía mirando a su alrededor, maravillada por la belleza del l