Confesiones en la pista
Irma parpadeó, sorprendida, y volvió su rostro hacia él. Sus miradas se encontraron, tan cerca que podía ver la intensidad de esos ojos oscuros, el brillo que aún conservaban a pesar de las cicatrices emocionales.
Por un segundo, el mundo pareció detenerse. La música, las voces, todo se volvió un murmullo lejano.
Irma sintió que podía perderse en esa mirada.
No muy lejos, Andrés los observaba. Al ver la cercanía de ambos, sonrió para sí mismo. No dijo nada, no hizo ningún comentario. Simplemente bebió de su copa, satisfecho de ver que, quizá, su primo estaba empezando a abrir su corazón de nuevo.
Irma, aún temblando ligeramente, sonrió y respondió en voz baja:
—Quiero encontrar a Sandra. —Hizo una pausa y agregó con una chispa de picardía—. ¿Me ayudarías?
Alejandro soltó una pequeña risa, una de esas carcajadas sinceras que no se escuchaban de él desde hacía tiempo.
—¿Así que todo esto era una misión secreta? —preguntó, divertido.
—Más o menos —dijo Irma, encog