Enemigos en la sombra
El edificio Ferrer Corporativo se alzaba imponente en medio de la ciudad, sus amplias cristaleras reflejaban el cielo nublado de esa mañana pesada. Alejandro estacionó su automóvil en el lugar de siempre, apagó el motor y se quedó unos segundos en silencio, respirando profundamente mientras apretaba el volante. Luego, con un leve movimiento de cabeza, como si se obligara a sí mismo a seguir adelante, salió del vehículo.
Apenas puso un pie en el vestíbulo, fue recibido por los atentos saludos de sus empleados.
—¡Buenos días, señor Ferrer! —dijo el portero con una sonrisa formal.
—Buenos días —respondió Alejandro con un leve gesto de cabeza, caminando con paso firme hacia los elevadores.
Su presencia imponía respeto. Vestido impecablemente con un traje gris oscuro, camisa blanca y una corbata azul marino, Alejandro irradiaba autoridad. Sin embargo, en su mirada se notaba un velo de cansancio, de preocupaciones que no lograba sacudirse.
Al llegar a su piso, su secr