Camila terminó de ajustarse el vestido negro que abrazaba su figura de manera elegante y sofisticada. Se miró en el espejo una última vez, respiró hondo y salió de su habitación. Sus tacones resonaban suavemente en las escaleras mientras descendía.
Adrien, que la esperaba en la entrada, levantó la mirada al verla y esbozó una sonrisa llena de aprobación.
—Te ves hermosa.
Camila sintió un leve calor en sus mejillas, pero mantuvo la compostura.
—Gracias.
Adrien, sin apartar la vista de ella, abrió la puerta del auto con cortesía.
—Después de ti.
Camila subió al auto y él hizo lo mismo, acomodándose a su lado. Con un leve movimiento de la mano, Adrien le indicó al chofer que arrancara.
—Y dime —dijo con voz relajada, mirándola con interés—, ¿cómo te sientes trabajando para mí?
Camila desvió la mirada por la ventana un instante antes de responder.
—Bien… es un reto. No esperaba que todo fuera tan intenso.
Adrien sonrió de medio lado.
—¿Intenso en qué sentido?
—En todos —respondió ella, en