Sandra tomó su bolso y se puso de pie, pero antes de marcharse, miró fijamente a Alejandro.
—Espero que no le digas nada a Andrés de que fui yo quien te lo dijo.
Alejandro la observó con frialdad y asintió.
—No te preocupes, Sandra. No le diré nada.
Ella lo estudió por unos segundos, como asegurándose de que decía la verdad. Luego suspiró y alisó su ropa.
—Bien. Ahora, si me disculpan, me retiro. Mi hija me espera.
—Adiós, Sandra —respondió Alejandro, sin apartar la mirada de ella.
Ricardo simplemente le hizo un leve gesto con la cabeza mientras Sandra se alejaba con paso seguro.
Cuando desapareció entre la gente, Ricardo rompió el silencio.
—¿Y ahora qué harás?
Alejandro tomó su taza de café y la giró entre sus manos, pensativo.
—Ahora que sé quién es y dónde buscarla… voy a encontrarla.
Su tono era decidido. No dejaría que Camila—o mejor dicho, Valentina Suárez—siguiera escapando de él.
Ricardo sacó su teléfono y escribió un mensaje rápido. Lo envió a uno de los investigadores con e