Nana estaría aquí hoy por la tarde y la casa era un completo desastre, anoche Sebastian y yo habíamos tenido mucha "pasión" por así decirlo y todo había quedado regado y sucio lo peor de todo era que yo me estaba volviendo loca y era justamente lo que no quería.
Me encontraba limpiando la sala para que se viese un poco ordenada y Sebastian acomodaba y limpiaba la cocina en dónde por cierto se encontraba nuestra ropa del día anterior.
—Oye nena mira lo que me he encontrado— se asomó por el umbral de la puerta y me señaló mi sostén, no pude evitar ponerme roja como un tomate.
—¡ Sebastian por dios guarda eso!— reí y rodé los ojos.
—Debemos de controlarnos querida— negó con la cabeza divertido. —Es eso o que mi madre nos descubra un día de estos.
—Ni lo digas— dije con temor. —Ahora por favor dame eso— le hice una seña con mi mano para que lo lanzara y así lo hizo.
—Guardalo bien— me sonrió sin mostrar los dientes.
—Como ordene señor— ambos comenzamos a reír por mis idiotas palabras.
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