Capítulo XI
Greta
Salgo del despacho, hecha una furia. Maldigo con rabia, aún sin poder creer que esa maldita esté viva. ¿Cómo pudo sobrevivir? Era imposible. Aprieto los puños con fuerza, clavándome las uñas en las palmas; las venas se me marcan por la ira que me consume. Cada paso que doy retumba en el piso, y con cada uno siento cómo la furia se me clava en el pecho, amenazando con estallar.
Veo a Scarleth entrando, la tomo del brazo y la arrastro hacia la cocina. Las sirvientas se interponen, pero las empujo con desdén; salen de inmediato, con el rostro lleno de miedo. Cierro la puerta para que nadie nos escuche.
—¡Esa maldita está viva! ¿Cómo es posible? —escupe, los dientes apretados y la voz temblando de furia—. El avión se estrelló en el mar, no pudo haber sobrevivido. Era el fin, ¡era su sentencia! ¡Y ahora vuelve para arrebatármelo todo!
—No se lo vamos a permitir. Se arrepentirá de haber vuelto; ella y esos bastardos pagarán por haber puesto un pie en esta casa.
Scarleth y